Nuestra tarjeta de presentación, a simple vista, es nuestra imagen.
Lo primero que ve la persona que tenemos delante es nuestro rostro y después, automáticamente, nuestro cuerpo.
Es como si el ojo humano necesitara de la globalidad corporal para así poder posicionarnos. Es una pena, ya que sería bueno que también se centrará en la audición, en lo que decimos.
Pero no es así, y lo tenemos que asumir aunque nos cueste aceptarlo.
Cuanto antes podamos aceptar que una imagen vale más que mil palabras, mejor fluirá nuestra vida, primero, claro está, con nosotros mismos, y después con lo externo.
En este libro te doy claves para que te sientas magnético contigo mismo y más tarde con lo de fuera. No te desanimes, todos podemos alcanzar el estar bien con nosotros mismos, es una cuestión de autodisciplina, continuidad y cambio mental.
Verás cómo lo logras…
Valoraciones
No hay valoraciones aún.